PREÁMBULO DE LA EXPRESIÓN EDUCATIVA Y CULTURAL
DE LOS PUEBLOS LIBRES

No existen dueños de la educación con nombre y apellido. No existen organismos, ministerios ni entidades que puedan apropiarse de ese calificativo. Tampoco existen dueños absolutos de las acciones que construyen el conocimiento para la educación y la cultura de los pueblos, con sus aciertos y errores, porque nacen para ser compartidos. 

En todo caso el dueño por excelencia es el individuo al que está destinado el contenido de un libro, investigación o trabajo; por ser la difusión cultural un bien público incuestionable. Él deberá juzgarlo para bien o para mal, aceptarlo o rechazarlo, aplaudirlo o cuestionarlo. 

Cualquier otra manera de interpretar este criterio es una forma velada, disfrazada o explícita de censura, de atropello del poder conferido, de violación del derecho a la libertad de expresión, de manipulación de la opinión pública, de persecución ideológica o interés personalista. Es una acción coercitiva en contra del legítimo espacio que supimos rescatar los argentinos y no estamos dispuestos a perder, es una afrenta al reclamo continuo como legado para nuestros hijos.

Defender tu derecho a leer los libros que tu conciencia te dicte, valorar la manifestación artística o cultural de tu preferencia, es también una forma de ejercer en libertad la legitimidad de los derechos de cualquier autor para dar a conocer su posición subjetiva frente a todo poder instalado.

                                                                          Luis Antonio Gómez Orsini 

 

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